Por Yanio Concepción
Los valores cristianos de la Sagrada Familia no han cambiado, más bien se han fortalecido. Cuando educamos, recordamos la vida en familia, la travesía de la Virgen María para llegar a un pesebre donde alumbrar al Niño Jesús, huyendo de la persecución del rey Herodes. gobernador de Roma, quien ordenó sacrificar a todos los varones recién nacidos.
Los dominicanos
somos buenos cristianos, pero nos exponemos al tráfico de influencias negativas
en todos los órdenes, desviándonos del auténtico espíritu de la navidad. Esas
influencias negativas destruyen nuestro código familiar, rompen la verdadera
armonía, el espíritu de convivencia en familia, alejándonos de las costumbres y
las sanas tradiciones que nos ha legado la Iglesia.
La vida cristiana nos lleva a celebrar el nacimiento de Jesús con amor, con valor, con unidad familiar. Mientras la sociedad se va arrastrando hacia desviaciones y distorsiones contrarias al espíritu santo de la Natividad, erosionando la sana celebración y el renacer de la esperanza.
Nosotros, los dominicanos, por lejos que se encuentren nuestros seres queridos, añoramos la llegada de la Navidad con la esperanza de reunirnos con nuestros familiares de aquí y de allá y, en algunos casos, recordar con nostalgia a los parientes perdidos.
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