En los designios que el hombre programa con o
sin visión de proteger al ser humano se impone cuidar la Casa Grande que es la
ecología. Hay que usar y administrar con
prudencia y sabiduría la economía que sostiene
el desarrollo de los escasos recursos naturales que parecen ir menguando con el
crecimiento de la humanidad.
Son muchos los seres vivos, individuos,
animales y plantas, que han muerto por el descuido del Estado, de las
instituciones y de las personas físicas
responsables de la salud ambiental, corporal y social de su comunidad.
Cada quien escoge la filosofía, ideales, culto
y política, que guía su vida. Con
educación o sin ella, con cultura o sin ella, todos tenemos una misión que
cumplir. Todos, en mayor o menor medida, somos conducidos por las herramientas políticas que define el
Estado, según su concepto del bienestar de los pobladores de cada país.
República Dominicana de un Estado Republicano
Democrático, desde enero 2010, cambió su esencia a Estado Social y Democrático
De Derecho, sin que el pueblo mismo entienda la magnitud y responsabilidad
política de lo que esto representa realmente.
En un Estado carente de sensibilidad y afecto
social, como el nuestro, el bien común se queda suspendido en teorías y prácticas
neoliberales. Los millones de desposeídos de nuestro país arrastran una larga
carencia desde el primer presidente de la nación dominicana, Pedro Santana.
Este primer Gobierno, que lejos de seguir los postulados trinitarios plasmados por consenso
democrático cambió el panorama socioeconómico de la nación por el clientelismo parasitario,
hasta desterrar y fusilar a los patriotas que crearon la real democracia dominicana.
Sustentar un país sin visión, sin culto, sin democracia,
sin ecología y con una seudoeconomía real es adormecer las aspiraciones y
necesidades de una población urbana que demanda un liderazgo comprometido con
el bien común como corresponde a un Estado Social y Democrático.
En la vida de los seres humanos es determinante
renovarse o morir. La vitalidad no es durar sino cambiar. Vivir es caminar y
tratar de alcanzar el futuro. Estamos en buen camino para no retroceder hasta
lograr las metas planteadas y volver a trazar metas nuevas, porque quien no
progresa y cambia la vida lo arrolla.
La sociedad dominicana, plagada desde sus inicios
de corrupción, pobre educación, débil estado de derecho, ha tenido mucha
dificultad para cumplir su misión como nación. El incumplimiento del deber frente
a la naturaleza, al ser humano y a las normas elementales de la convivencia ha
llevado al fracaso las políticas públicas y con ello han ensombrecido el
porvenir de la nación.
El gran benefactor que debería ser el Estado
ha fracasado en sus responsabilidades primarias de garantizar la vida de los
ciudadanos y su hábitat. Los cooperativistas debemos empoderarnos y exigir el cuidado,
compromiso y lealtad de todos para conducir nuestro país por el mejor rumbo del
Estado Social y Democrático. La economía social y solidaria, en la bandera del
cooperativismo, ha probado su esencia social, ambiental y económica en las más
diversas sociedades, desde las más carenciadas hasta las más desarrolladas.
Todavía luchamos por la felicidad de la gente que trabaja y tiene derecho legal
y adquirido a disfrutar de una mejor vida.
En el Año Internacional de las Cooperativas,
el escenario mundial está listo y expectante, para exponer las bondades y
fortalezas del cooperativismo en el mundo y el país como propuesta para salvar
la Casa Grande de República Dominicana anteponiendo los mejores intereses
colectivos. La defensa del futuro de la isla amparado en un plan de protección a
la ecología, un régimen económico justo y una sociedad dominicana ética son
aspiraciones genuinas del sistema cooperativo dominicano, sin importar su
tipología.
Hay que exigir el despertar político, social,
eco-económico de la sociedad en la prédica
y práctica del nuevo Estado Social y Democrático Real dominicano.
Demandamos la educación integral de cada ciudadano,
enseñándole a pescar para que coma el resto de su vida, la educación eco-económica,
pues sin educación no se pueden producir ni distribuir los bienes y servicios necesarios.
El cooperativismo es doctrina y es acción. La
sociedad actual, mírese por donde se mire, exige un cambio radical. La mayoría
de las teorías económicas esnobistas llegaron, se instalaron y caducaron. El
cooperativismo ha sobrevivido con gloria a todas las tendencias y
conceptualizaciones económicas. Ha emergido con fuerza de las peores crisis que
han azotado a regímenes que se creían invencibles. Definitivamente el
cooperativismo es la una alternativa Real.
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