Cambio Ciudadano, Cambio Democrático Por: Yanio C. Concepción

El país avanza con situaciones nunca antes vistas en más de 50 años. Los visionarios y estrategas de la democracia advirtieron que había que superar la pobreza, el analfabetismo, la corrupción y la iniquidad social para avanzar hacia un desarrollo humano sostenible.

Los últimos acontecimientos en República Dominicana denotan una confabulación política apta para hacer grandes y prometedoras campañas, pero incapaz de asumir con valentía y planificación los problemas reales de la población que quiere paz, trabajo digno y educación de calidad.

La muerte por asalto o atraco ya no asombra. El flagelo de la corrupción continúa llevándose los sueños de los niños y jóvenes sin ninguna esperanza de remediación a corto ni mediano plazo. Falta voluntad política, judicial y social para castigar definitiva y drásticamente a los ladrones de sueños y de realidades. Por el contrario, existe una triquiñuela orquestada desde el poder político para encubrir la desgracia de los dominicanos.

Los partidos ya no representan la esperanza del porvenir. Para ser candidato a cualquier cargo interno o externo de los partidos basta invertir cuantiosos recursos económicos que luego, si el partido alcanza el poder, son reembolsados con fondos del erario público, vía la corrupción. Los ciudadanos vivimos indefensos mientras el Estado vive en campaña política permanente para asegurar el poder sin valores ni principios ideológicos.

Alarma la delincuencia en cualquier esquina y a cualquier hora del día. Escandalizan los suicidios infantiles y juveniles por causa depresiva. Asusta  la venta y consumo de drogas en todos los niveles sociales, en especial en los niños y jóvenes, protagonistas del futuro de la nación. Hasta el momento, ningún gobierno dominicano ha asumido con valentía y determinación estratégica una política real y efectiva para combatir esta desgracia nacional, clonada de países desarrollados.

Un país con líderes sin responsabilidad social es como arar en el desierto. Un  país sin líderes visionarios  y estratégicos es como vivir con la cultura de “sálvese quien pueda”. Un país sin voluntad política para enfrentar los principales males desde la raíz es vivir en un letargo sin soluciones a la vista. Sin control, medición ni planificación de las situaciones más agobiantes de la nación, somos como un barco a la deriva, con riesgo de naufragar.

La declaración del Ministro de  Economía, Planificación y Desarrollo debe alarmar el país, cuando  asegura el poco avance en el 2013 en los distintos ejes de la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) 2030. Esto delata la falta de voluntad política en aspectos fundamentales que mantienen en vilo, nerviosa y sin esperanza a la población.


¿Qué está fallando? ¿Por qué la ciudadanía no protagoniza o demanda un cambio? ¿Por qué tanta apatía en la población? ¿Para qué sirve el crecimiento económico si las necesidades básicas de la mayoría del pueblo continúan insatisfechas? Ante los males nacionales, el país amerita de ciudadanos socialmente responsables, producto de un cambio de mentalidad capaz de reclamar e instaurar una democracia real. 

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