Los últimos acontecimientos en República Dominicana
denotan una confabulación política apta para hacer grandes y prometedoras campañas,
pero incapaz de asumir con valentía y planificación los problemas reales de la población
que quiere paz, trabajo digno y educación de calidad.
La muerte por asalto o atraco ya no asombra. El
flagelo de la corrupción continúa llevándose los sueños de los niños y jóvenes
sin ninguna esperanza de remediación a corto ni mediano plazo. Falta voluntad política,
judicial y social para castigar definitiva y drásticamente a los ladrones de
sueños y de realidades. Por el contrario, existe una triquiñuela orquestada
desde el poder político para encubrir la desgracia de los dominicanos.
Los partidos ya no representan la esperanza del
porvenir. Para ser candidato a cualquier cargo interno o externo de los
partidos basta invertir cuantiosos recursos económicos que luego, si el partido
alcanza el poder, son reembolsados con fondos del erario público, vía la
corrupción. Los ciudadanos vivimos indefensos mientras el Estado vive en
campaña política permanente para asegurar el poder sin valores ni principios
ideológicos.
Alarma la delincuencia en cualquier esquina y
a cualquier hora del día. Escandalizan los suicidios infantiles y juveniles por
causa depresiva. Asusta la venta y
consumo de drogas en todos los niveles sociales, en especial en los niños y
jóvenes, protagonistas del futuro de la nación. Hasta el momento, ningún
gobierno dominicano ha asumido con valentía y determinación estratégica una política
real y efectiva para combatir esta desgracia nacional, clonada de países desarrollados.
Un país con líderes sin responsabilidad
social es como arar en el desierto. Un país sin líderes visionarios y estratégicos es como vivir con la cultura de
“sálvese quien pueda”. Un país sin voluntad política para enfrentar los
principales males desde la raíz es vivir en un letargo sin soluciones a la
vista. Sin control, medición ni planificación de las situaciones más agobiantes
de la nación, somos como un barco a la deriva, con riesgo de naufragar.
La declaración del Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo debe
alarmar el país, cuando asegura el poco
avance en el 2013 en los distintos ejes de la Estrategia Nacional de Desarrollo
(END) 2030. Esto delata la falta de voluntad política en aspectos fundamentales
que mantienen en vilo, nerviosa y sin esperanza a la población.
¿Qué está fallando? ¿Por qué la ciudadanía no
protagoniza o demanda un cambio? ¿Por qué tanta apatía en la población? ¿Para
qué sirve el crecimiento económico si las necesidades básicas de la mayoría del
pueblo continúan insatisfechas? Ante los males nacionales, el país amerita de ciudadanos
socialmente responsables, producto de un cambio de mentalidad capaz de reclamar
e instaurar una democracia real.
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