Por: Yanio Concepción
En
la nueva ola de cambio que se suscita en el país, en medio de una valoración desastrosa
de corrupción del Foro Mundial, todavía no se ha enviado a nadie al banquillo
de los acusados. Un país donde la credibilidad de la Policía Nacional está cada
vez más en duda, con un nivel de escolaridad promedio de 6to grado, ¿quién nos
representa para enfrentar el bajo nivel de calidad en la educación básica?, ¿quién
nos representa realmente para un cambio
de programa y actitud hacia una nueva República?
Es
penoso ver la buena intención del Presidente de República Dominicana al manejar
dos agendas: una pública maquillada del éxito económico de la pasada gestión
presidencial que cerró con un desfile de obras inauguradas a diestra y
siniestra y otra agenda interna que, desmaquillada, luce un déficit económico que compromete seriamente el
desarrollo del país.
El
nuevo Presidente sabe que muchos Ministerios están en quiebra sin ni siquiera poder
someter a la justicia a pasado Ministro por la “inmunidad” que le da ser de la
misma bandería política. La pertenencia al mismo partido presume un consentimiento
tácito del lastre heredado. Esto evidencia que el poder económico y político de
la corrupción está apoderado del Estado atrapando el tren gubernamental que prohijó
el mismo partido de gobierno.
El
silencio de la espera arropa a los dominicanos. La esperanza de un futuro mejor
se desvanece en las brumas de un presente crítico al que le han prolongado su
esperanza de vida porque los actores son los mismos que hace años han guiado el
país con un aval político carcomido por la corrupción.
Los
funcionarios que nos gobiernan conocen muy bien la profundidad de la baja
calidad educativa, saben que la delincuencia es indetenible e incontrolable
mientras la miseria económica y humana siga hospedándose en nuestros barrios y
campos. La violencia es sólo un lenguaje de la desesperación, el consumo y
tráfico de drogas es la visa a un mundo de ilusión que lleva como equipaje
mucho dolor y frustración de una juventud enviciada por el afán de “tener” por
encima del “ser”.
El
país perece ante la corrupción imperante, el narcotráfico, la falta de respeto,
la violencia, la delincuencia, la mala educación, la pobreza, el desempleo. Al
parecer, no hay voluntad política para enfrentar estos males. La película de
terror que se filma en el país ha cambiado de director, pero ha contratado a
los mismos actores, cómplices y beneficiarios directos del éxito de taquilla
partidaria. Los extras, siguen invisibles, ante un tenebroso sector externo que
invierte sus recursos para rentabilizar sus acciones protegidos por el poder
político.
En
verdad, quienes nos representan han hipotecado
el presente y el futuro del país. Ministros que no bajan al pueblo a conocer
sus necesidades básicas, una Justicia que solo pone medidas de coerción a los
que no pueden pagar a un abogado, una Policía Nacional envuelta en crímenes y
narcotráfico, una Dirección de Minería que vende nuestros recursos naturales a
cambio de unos impuestos manchados, a todos ellos les falta valor para protagonizar
el cambio, que hace décadas, anhela nuestro pobre país rico que solo vive de
esperanza.
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